jueves, 13 de agosto de 2020

17 de Agosto. Muerte del General Don José de San Martín. RECURSOS PARA TODOS LOS NIVELES



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Breve biografía de José Francisco de San Martín. 
Un camino hacia la Libertad.
El nacimiento en Yapeyú
José Francisco de San Martín fue hijo del capitán don Juan de San Martín, 
nacido en Cervatos de la Cueza el 3 de febrero de 1728, y de doña Gregoria 
Matorras del Ser, que vio la luz en Paredes de Nava el 12 de marzo de 1738. 
Las dos poblaciones pertenecían al Reino de España y estaban en 
jurisdicción de Palencia, una de las provincias de Castilla la Vieja.
El Libertador vino al mundo el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, que 
actualmente forma parte de la provincia argentina de Corrientes y que, por 
entonces, era la capital de uno de los cuatro departamentos en 
que habían sido agrupados los treinta pueblos de las misiones guaraníticas 
tras disponer el rey Carlos III en 1767 la expulsión de los jesuitas, quienes 
habían evangelizado la región, sufrido el martirio en muchos casos e incorporado 
a miles de indígenas a la vida civilizada.
Don Juan de San Martín ejerció allí, desde 1775, las funciones de 
teniente de gobernador.
En 1781, la familia San Martín -el padre, la madre y cinco hijos, de los que 
cuatro eran varones- estaba radicada en Buenos Aires.
Todos emprendieron viaje a España a fines de 1783, haciéndolo a bordo de 
la fragata Santa Balbina. Arribaron al puerto de Cádiz en la segunda quincena 
de marzo de 1784.

Soldado del ejército real
José de San Martín, después de realizar estudios elementales en Málaga, donde 
se había establecido su familia, se incorporó en 1789 como cadete al 
Regimiento de Murcia, del arma de infantería.
Mientras formó parte del ejército real con guarnición en España, combatió 
inicialmente en África contra los moros (árabes islámicos que habitaban en el 
norte de ese continente) y después lo hizo en Europa o en los mares vecinos, 
en guerras sostenidas con Francia, Inglaterra y Portugal. Esto determinó su 
participación en treinta y una acciones bélicas, siendo una de ellas el 
combate de Arjonilla.
Por su actuación en la famosa batalla de Bailén, donde resultaron batidas las 
legiones invasoras del emperador Napoleón I, fue ascendido al grado de 
teniente coronel y condecorado con medalla de oro, alto timbre de honor 
del ya por entonces destacado militar rioplatense.
Por este tiempo, en que pasó a ser oficial de caballería, San Martín se 
vinculó a otros jóvenes americanos, residentes en la Península, que forjaban 
planes de independencia política para las respectivas regiones de su nacimiento.
En 1811, pidió y obtuvo su retiro del ejército real, dejó España por la vía de 
Portugal y se trasladó a Londres, donde esperaba concretar su propósito 
de pasar a América.


“Mi país nativo”
Corrido el tiempo, San Martín evocaría en varias ocasiones esta etapa de su vida.
Así, en 1848, escribió lo siguiente: “yo serví en el ejército español, en la Península, 
desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente 
coronel de caballería. Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los 
primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos 
regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros 
servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar".
Muchos años antes, en 1819, había manifestado: "Hallábame al servicio de 
España el año 1811 con el empleo de comandante de escuadrón del 
Regimiento de Caballería de Borbón cuando tuve las primeras noticias del 
movimiento general de ambas Américas, y que su objetivo primitivo 
era su emancipación del gobierno tiránico de la Península. Desde este 
momento me decidí a emplear mis cortos servicios a cualquiera de los 
puntos que se hallaban insurreccionados: preferí venirme a mi país nativo, en 
el que me he empleado en cuanto ha estado a mis alcances... ".
San Martín y otros rioplatenses desembarcaron el 9 de marzo de 1812 en 
Buenos Aires, la ciudad capital del antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Contribuir a la independencia de los pueblos americanos era la alta misión 
que lo había impulsado a retornar a la tierra de su nacimiento.


En Buenos Aires, en San Lorenzo, en el Norte
A poco de su llegada, el gobierno triunviro le confió la organización de un 
escuadrón de caballería, que en pocos meses se constituiría en la base del 
Regimiento de Granaderos a Caballo, de inmortal memoria en las 
luchas por la emancipación americana.
Mientras instruía a oficiales, cadetes, cabos y soldados en el arte militar, en 
el manejo de las armas y en la disciplina castrense, el general San Martín 
contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada.
El 7 de diciembre de 1812, el nuevo gobierno triunviro le concedió el empleo 
de coronel del flamante regimiento.
El 3 de febrero de 1813, San Martín, al frente de 120 granaderos, obtuvo 
su primera victoria en tierra americana al derrotar en San Lorenzo, cerca de 
la ciudad santafesina de Rosario, a 250 infantes desembarcados de una 
expedición fluvial corsaria promovida por el gobierno de Montevideo, 
ciudad aún dominada por partidarios del rey Borbón. El combate duró quince 
minutos y en su transcurso el jefe criollo estuvo a punto de perder la vida 
al quedar aprisionado por su caballo herido.
El Ejército del Norte había sido creado por el gobierno revolucionario en 
1810 para afirmar su autoridad y consolidar el movimiento independentista 
hasta las fronteras con el Virreinato del Perú. Al mando del benemérito 
general Manuel Belgrano, vencedor en las batallas de Tucumán y Salta, 
penetró en 1813 en el Alto Perú (actual Bolivia), donde sufrió los reveses de 
Vilcapugio y Ayohuma. Mientras las fuerzas militares derrotadas retrocedían 
hasta Salta para reorganizarse, el gobierno de Buenos Aires decidió socorrerlas 
con el envío de refuerzos al mando del coronel San Martín. Este asumió el 
mando del Ejército del Norte el 29 de enero de 1814, tras disponerse el 
relevo del general Belgrano.
El nuevo jefe, que estableció sus cuarteles en Tucumán, se dedicó a 
reorganizar y disciplinar el ejército que se le había confiado, para lo que se 
valió de sus amplios conocimientos militares. Se hallaba dedicado a tan 
importante tarea cuando un grave deterioro de su salud lo obligó a pedir 
licencia, que le fue concedida. Pasó entonces a Córdoba, donde el 
descanso y los cuidados médicos contribuyeron a mejorar su estado.
Gobernador de Cuyo
Mientras se hallaba en el Norte, San Martín llegó al convencimiento de que 
por ese solo camino no se lograría derrotar a las fuerzas del virrey 
del Perú que ocupaban el Alto Perú. En su concepto, era necesario abrir 
un segundo frente por el océano Pacífico y avanzar sobre Lima para que 
las tropas virreinales se retirasen a fin de acudir en defensa del territorio 
peruano amenazado. Mientras esto no sucediese, el Ejército del Norte y la 
defensa de la frontera con el Alto Perú quedarían a cargo de Martín Miguel 
de Güemes y sus milicias gauchas.
El 10 de agosto de 1814, el director supremo Gervasio Antonio de Posadas 
designó a San Martín -dijo hacerlo "a su instancia y solicitud"- "gobernador 
intendente de la Provincia de Cuyo, con el doble objeto de continuar los 
distinguidos servicios que tiene hechos a la Patria y el de lograr la 
reparación de su quebrantada salud en aquel delicioso temperamento".
Cabe señalar que la gobernación intendencia de Cuyo había sido creada 
el 29 de noviembre de 1813, con jurisdicción sobre las provincias de Mendoza, 
San Juan y San Luis, separadas por esta decisión de la de Córdoba.
El plan continental de liberación
Llevaba San Martín dos meses en el gobierno de Cuyo -asumido por él en 
septiembre de 1814- cuando sucumbió el régimen independentista de Chile 
a manos de las tropas represoras enviadas por el virrey del Perú. Esto 
determinó que el Libertador replantease su plan de acción militar, lo que lo 
llevó a optar entre dos alternativas: o adoptar un plan defensivo en previsión 
de que las tropas del virrey del Perú atacasen a Cuyo atravesando la 
cordillera de los Andes o formar un ejército para cruzar esas montañas a 
fin de liberar Chile y, conseguido esto, hacer otro tanto con el Perú. Se 
decidió por la segunda, o sea por una acción militar destinada a asegurar a 
los pueblos hispanoamericanos su segregación de la monarquía 
borbónica y su condición de estados soberanos.
El plan continental sanmartiniano fue aprobado por el gobierno de las 
Provincias Unidas del Río de la Plata poco después de haber declarado 
estas su independencia el 9 de julio de 1816.
Cómo era San Martín
San Martín repartió su tiempo en ejercer el gobierno civil de Cuyo y en 
organizar el Ejército de los Andes, cuyo campo de instrucción estaba en el 
Plumerillo, cercano a la ciudad de Mendoza. De un lugar a otro se trasladaba 
montando "un caballo negro, rabón, de trote largo". Su vestimenta 
-escribió Damián Hudson- era muy sencilla, pues usaba "pantalón de punto 
de lana, azul, ajustado a la pierna, bota granadera, un largo sobretodo 
de paño del mismo color en invierno, casaca larga de igual tela en el 
verano, con botones de metal dorado, corbatín de seda o de cuero charolado, 
sombrero militar forrado en hule".
Su estatura era de 1,70 m, aproximadamente, pero impresionaba como 
tanto o más porque estaba siempre erguido, con presencia castrense. 
El rostro se mostraba moreno, ya por coloración natural de la piel, ya por 
la huella que en él había dejado el servicio prestado a campo abierto. 
La nariz era aguileña y grande. Los prominentes ojos negros no 
permanecían nunca quietos y eran dueños de una mirada vivísima. 
Poseía una inteligencia poco común y sus conocimientos iban más allá de los 
propios de una estricta formación profesional.
De maneras tranquilas y modales que revelaban esmerada educación, 
según los momentos era dicharachero y familiar, severo y parco, optimista y 
dispensador de ánimo para quienes lo habían perdido o vacilaban. Nadie pudo 
ni podrá tacharlo de indiscreto, llegando en ocasiones a ser, por necesidad, 
casi críptico o disimulador sin mentira. Profundamente reservado y 
caluroso en sus afectos, de él dijo Mitre que "era observador sagaz y 
penetrante de los hombres, a los que hacía servir a sus designios según sus 
aptitudes".
La liberación de Chile
Concluida la preparación del Ejército de los Andes, entre cuyos jefes se 
contaba el gran patriota chileno Bernardo O'Higgins, a mediados de enero 
de 1817 se inició el cruce de la cordillera, que parecía insalvable para una 
masa militar en campaña. Traspuestas las montañas, las tropas libertadoras 
vencieron en Chacabuco a un ejército realista el 12 de febrero, victoria que 
les dejó libre el camino de Santiago, la capital de la antigua Capitanía General 
o Reino de Chile.
Tres días después, se reunió en la mencionada ciudad una representación 
de hombres notables, la cual designó al Libertador para que fuera el máximo 
magistrado político del país. Como San Martín declinó ese honor, entonces 
se escogió al brigadier O'Higgins, con el título de director supremo, 
para regir los destinos del país hermano. Al asumir el cargo, el patriota chileno 
dirigió al pueblo una proclama en la que dejaba constancia de que "los 
hijos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de esa nación que ha 
proclamado su independencia como fruto precioso de su constancia y 
patriotismo, acaban de recuperaros la libertad".
Con motivo de la victoria de Chacabuco, el Cabildo de Santiago obsequió al 
general San Martín la suma de diez mil pesos. El héroe declinó el regalo 
y a la vez solicitó al ayuntamiento que lo destinara a fundar una biblioteca 
nacional, para que el pueblo, decía en una nota, "se ilustre en los sagrados 
derechos que forman la esencia de los hombres libres".
Las tropas realistas que aún permanecían en el sur de Chile fueron reforzadas 
desde el Perú e iniciaron un avance sobre Santiago. En la noche del 19 de marzo 
de 1818 lograron sorprender en Cancha Rayada al ejército unido de 
argentinos y chilenos, que se dispersó parcialmente. San Martín rehízo sus 
efectivos y el 5 de abril siguiente obtuvo un gran triunfo en la batalla de Maipú.
El escueto parte que en  la  tarde de ese día envió al director  supremo de las  
Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, lo dice 
todo:  "Nada existe del ejército enemigo; el que no ha sido muerto, 
es prisionero. Artillería, ciento sesenta oficiales, todos sus generales, 
excepto Osorio, están en nuestro poder; yo espero que este último me lo 
traigan hoy. La acción del 19 ha sido reemplazada con usura, en una palabra, 
ya no hay enemigos en Chile".
La victoria de Maipú tuvo enorme importancia, no sólo militar sino también 
política, por su gran repercusión en todo el  continente, llevando 
esperanzas a los pueblos aún dominados y causando a la vez halagüeños 
augurios por sus derivaciones en la política europea.
Independencia del Perú
Poco antes de concluir 1818, el Congreso de las Provincias Unidas reconoció 
el nuevo Estado de Chile, cuya independencia había sido declarada al comenzar 
el año.
Con esa decisión se confirmaba uno de los fines de la campaña dirigida por 
San Martín: éste era un liberador de pueblos, no su dominador.
Asegurada la independencia de Chile, San Martín organizó el Ejército Libertador 
del Perú, integrado por argentinos y chilenos. La expedición, que partió el 
20 de agosto de 1820, desembarcó el 7 del mes siguiente en la bahía de 
Paracas, donde se anunció al pueblo peruano que había llegado la hora de 
su liberación.
El jefe rioplatense inició en ese lugar su campaña, coronada con su entrada 
en Lima el 10 de julio de 1821, ingreso que hizo de incógnito en el atardecer 
de ese día para no quebrar la modestia y austeridad con que siempre 
rigió su extraordinaria existencia. El 28 de ese mes, el general proclamó la 
independencia peruana en la Plaza Mayor de Lima.
San Martín ejerció funciones de gobierno con el título de Protector de la 
Libertad del Perú. Entre sus realizaciones cabe recordar las siguientes: creó 
la bandera y el himno de la nueva nación; fundó la Escuela Normal y 
la Biblioteca Nacional, a la que donó sus libros; decretó la libertad de 
los hijos de esclavos nacidos después de la declaración de la independencia y 
extinguió los tributos que pagaban los indígenas. Mientras continuaban las 
acciones militares contra las fuerzas realistas, formó la primera escuadra 
peruana y el ejército nacional.
Después de entrevistarse en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, en julio de 
1822, con el Libertador del Norte, el general Simón Bolívar, San Martín 
prefirió abandonar el campo de su gloria con un renunciamiento ejemplar 
antes que claudicar en sus principios de libertador de pueblos.
El héroe retorna a Buenos Aires
De regreso en Lima, convocó al Congreso Nacional y ante él renunció a sus 
poderes en septiembre de 1822.
En esa ocasión pronunció un discurso pleno de altos principios y digno 
de su talla heroica, al  que dio término con estas palabras: "Desde este 
momento queda instalado el congreso soberano y el pueblo reasume el poder 
supremo en todas sus partes".
Enseguida, abandonó la sala del Congreso para trasladarse a su quinta de 
La Magdalena, con el propósito de descansar unas horas antes de emprender 
el viaje de retorno a Chile, como tenía proyectado. Allí fue a visitarlo una 
comisión de diputados para ofrecerle, entre otros honores y títulos, 
los de "generalísimo" y "fundador de la libertad del Perú", que San Martín 
aceptó únicamente en lo que expresaban de honorífico, pero no en cuanto 
al amplio poder que tenía su ejercicio.
En la madrugada del siguiente día -21 de septiembre de 1822- embarcó el 
Libertador San Martín, aureolado por la grandeza de su alma, con destino 
al puerto chileno de Valparaíso.
Después de permanecer en las cercanías de Santiago para reponerse de 
una grave enfermedad, se dirigió a Mendoza, ciudad a la que arribó en los 
primeros días de febrero de 1823 y donde permaneció algún tiempo para 
informarse de la evolución de la situación política y militar existente en 
el Perú. Allí recibió la noticia de la muerte de su esposa, cuyo deceso se 
produjo en Buenos Aires el 3 de agosto. Como consecuencia, quedó 
huérfana de la atención materna su hija Mercedes, nacida en Mendoza el 
24 de agosto de 1816.
El 4 de diciembre de 1823, San Martín llegó a Buenos Aires y por pocos días 
se hospedó en una quinta de la familia Escalada sita en el antiguo partido 
de San José de Flores (ahora Parque de los Patricios).
Desde allí retornó a la ciudad para visitar a las autoridades políticas de la 
provincia de Buenos Aires, quienes le retribuyeron la cortesía. Empero, pronto 
comenzó a manifestarse un ambiente de hostilidad en torno de su persona, a 
la vez que se le atribuían absurdos proyectos y actitudes.
La educación de Mercedes
Resolvió trasladarse a Europa para dar a su hija una educación escolar 
esmerada. También esperaba que este alejamiento le permitiera evadirse 
del molesto ambiente que le habían creado en Buenos Aires algunos ingratos.
Padre e hija partieron de Buenos Aires el 10 de febrero de 1824, aunque el 
Libertador esperaba regresar prontamente. Así lo expresó en la carta que, ya a 
bordo del navío Le Bayonnais, envió ese día a su compadre, el coronel 
Federico Brandsen: "Dentro de una hora parto para Europa con el objeto de 
acompañar a mi hija para ponerla en un colegio en aquel país y regresaré a 
nuestro país en todo el presente año, o antes si los soberanos de Europa 
intentan disponer de nuestra suerte".
Durante el tiempo que permaneció en el Viejo Mundo mantuvo contacto 
epistolar con amigos residentes en América, estuvo por breve lapso en 
Londres y después fijó su domicilio en Bruselas, además de hacer varios viajes 
y visitas.
No derramar sangre criolla
Mientras su hija Mercedes continuaba sus estudios en un instituto educativo 
en Bruselas, decidió retornar a Buenos Aires para atender sus asuntos 
personales, en particular los de carácter económico. Alentado por la convicción 
de que hallaría a sus compatriotas en paz, se embarcó a fines de 1828, pero 
al pasar por Río de Janeiro tuvo noticias del movimiento revolucionario 
iniciado en Buenos Aires el 1 de diciembre de 1828 por el general Juan 
Lavalle, su antiguo subordinado, y del posterior fusilamiento del gobernador 
legítimo, coronel Manuel Dorrego. Ambos hechos, alentados por el Partido 
Unitario, determinaron que el Libertador decidiera no desembarcar en la capital 
porteña, permaneciendo a bordo del buque Countess of Chichester, que lo 
había traído, y hacerlo en Montevideo. Hasta allí llegaron delegados del 
general Lavalle para ofrecerle el mando militar y político de la provincia de 
Buenos Aires.
Tras rechazar la proposición, San Martín escribió una carta al jefe 
revolucionario en la que le decía: "Sin otro derecho que el de haber sido su 
compañero de armas, permítame usted, general, le haga una sola reflexión, 
a saber: que aunque los hombres en general juzgan de lo pasado según su 
verdadera justicia, y de lo presente según sus intereses, en la situación en que 
usted se halla, una sola víctima que pueda economizar a su país le 
servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda 
en que se halle usted empeñado, porque esta satisfacción no depende de 
los demás sino de uno mismo ".
El largo ostracismo
Consecuente con su principio de no desenvainar su sable para luchar en 
contiendas facciosas, el 17 de abril se marchó de Montevideo para regresar 
a Bruselas pasando, previamente, por Inglaterra y Francia. El ostracismo que 
el héroe se impuso al alejarse por segunda vez de las tierras rioplatenses 
no tenía carácter definitivo en su sentir íntimo. En cuanto a su duración, la 
subordinó a los sucesos que por entonces se desarrollaban en su patria.
San Martín y su hija dejaron Bruselas y a fines de 1830 se instalaron en 
París, para después hacerlo en una modesta residencia de campo situada 
a unos 13 kilómetros de aquella ciudad. En ese tiempo asolaba varios países 
europeos una epidemia de cólera, cruel enfermedad que atacó a ambos y 
de la que felizmente pudieron reponerse.
El 13 de diciembre de 1832, la hija del Libertador contrajo matrimonio 
con Mariano Balcarce, joven porteño que a la sazón residía en Europa. Poco 
antes, San Martín había escrito a la madre de su futuro yerno lo siguiente: "La 
educación que Mercedes ha recibido bajo mi vista no ha tenido por objeto 
formar de ella lo que se llama una dama de gran to­ no, pero sí el de hacer 
una tierna madre y buena esposa; con esta base, y las recomendaciones que 
adornan a su hijo de usted, podemos prometernos que estos jóvenes sean felices, 
que es a lo que aspiro". Prontamente, el héroe sería abuelo, primero de María 
Mercedes y después de Josefa.
A poco de trasladarse a Francia, San Martín anudó una honda amistad con 
Alejandro Aguado, su antiguo camarada de armas en España, convertido por 
entonces en un gran banquero. Cerca de la residencia de éste, en un lugar 
conocido con el nombre de Grand Bourg, el héroe adquirió en 1834 una 
confortable vivienda, que habitó hasta 1848 con su hija, su yerno y sus nietas. 
Hasta allí llegarían para visitarlo compatriotas como Domingo Faustino 
Sarmiento y Juan Bautista Alberdi; su antiguo subordinado el general 
inglés Guillermo Miller y chilenos o peruanos empujados por el afán 
de conocer al libertador de sus respectivas patrias.
Con la América agredida
El largo ostracismo del héroe no le impidió seguir atentamente la marcha 
de su tierra nativa, así como sentirse vigía y custodio de la independencia 
americana. Por ello, no vaciló en tomar posición cuando el jefe de la flota 
francesa de estación en el Atlántico Sur decretó el bloqueo del puerto de 
Buenos Aires y del litoral perteneciente a su soberanía. Bien se daba cuenta 
San Martín de que ese bloqueo no era causa de un conflicto, sino consecuencia 
de una política agresiva y atentatoria de la soberanía americana.
Con dignidad y delicadeza, ofreció sus servicios al gobernador de Buenos 
Aires y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, 
brigadier general Juan Manuel de Rosas. Así le decía en una carta remitida 
desde Grand Bourg en agosto de 1838: "He visto por los papeles públicos 
de ésta el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país; 
ignoro los resultados de esta medida; si son los de la guerra, yo sé lo que mi 
deber me impone como americano; pero en mis circunstancias y la de que no 
se fuese a creer que me supongo un hombre necesario, hacen, por un 
 de delicadeza que usted sabrá valorar, si usted me cree de alguna utilidad, 
que espere sus órdenes; tres días después de haberlas recibido me pondré 
en marcha para servir a la patria que me vio nacer".
Mas como el  Gran  Capitán se anoticia de que hay compatriotas que 
consienten o apoyan la agresión europea   esperando  obtener con ello 
ventajas sobre  la  facción que a la postre podría resultar vencida, escribirá 
en 1839: "Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno 
espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y 
reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la 
dominación española; una tal felonía  ni el sepulcro la puede hacer desaparecer".
“Yo soy del Partido Americano”
Corrido el tiempo, una nueva amenaza se cernió sobre América con 
motivo de la intervención armada en el Río de la Plata hecha en forma 
combinada por Inglaterra y Francia. Sabedor San Martín del combate de 
la Vuelta de Obligado, en el que soldados argentinos enfrentaron a los 
invasores europeos, escribió en 1848 a Rosas lo siguiente: "Los interventores 
habrán visto lo que son los argentinos. A tal proceder no nos queda otro 
partido que cumplir con el deber de hombres libres, sea cual sea la suerte 
que nos prepare el destino, que por mi íntima convicción no sería un momento 
dudoso en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del 
deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan 
en esta contienda que, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de 
nuestra emancipación de España".
San Martín podía hablar con libertad y firmeza porque su pensamiento y su 
acción estaban irrevocablemente unidos a quienes ponían vida, haberes y 
fama al servicio de la libertad de las nuevas naciones. Así lo dijo por este 
tiempo al escribir a su amigo Tomás Guido: "Usted sabe que yo no pertenezco 
a ningún partido; me equivoco, yo soy del Partido Americano".
La muerte del héroe
En 1848, debido a la agitación reinante en gran parte de Francia, San Martín 
dejó Grand Bourg y, acompañado por su familia, se trasladó a Boulogne-sur-Mer. 
Desde allí resultaría más fácil y rápido pasar a Gran Bretaña.
En Boulogne-sur-Mer, a las 3 de la tarde del 17 de agosto de 1850, falleció 
 José de San Martín, brigadier general de la Confederación Argentina, capitán 
general de la República de Chile y generalísimo de la del Perú y  fundador 
de su libertad. Se hallaban a su lado su hija Mercedes, su yerno Mariano 
, sus nietas, el representante de Chile en Francia don Francisco Javier Rosales 
y el doctor Jordán, quien lo asistió como médico. El diplomático chileno, al 
comunicar a su gobierno la triste nueva, expresó que el Libertador "acabó sus 
días con la calma del justo en los brazos de su afligida y virtuosa familia".
En 1880, los restos del Padre de la Patria fueron trasladados desde Francia 
a Buenos Aires para ser depositados en el mausoleo que al efecto se 
erigió en la Catedral. Figuras simbólicas que representan a la Argentina, Chile 
y Perú le rinden guardia permanente.
El Gran Capitán de la libertad americana
Bien se puede decir del héroe que sólo ambicionó una cosa: la libertad de 
América. Por alcanzarla sacrificó todo cuanto tenía en aras de ese alto principio. 
Fue en vida glorificado y atacado, pero ni una ni otra cosa influyeron en la 
línea que se trazara y que siguió en forma inmutable, desconcertando con su 
templanza a sus enemigos.
Renunció a la gloria y envainó dignamente su corvo, que nunca fue usado para 
avasallar naciones. La posteridad, a quien San Martín confiaba el juicio de su 
vida y de sus acciones, lo proclama, como ha expresado el autor peruano 
Mariano Felipe Paz Soldán: "El más grande de los héroes, el más virtuoso de los 
hombres públicos, el más desinteresado patriota, el más humilde en su 
grandeza, y a quien el Perú, Chile y las Provincias Argentinas le deben su vida 
y su ser político".
Por Enrique Mario Mayochi.
FUENTE: sanmartiniano.cultura.gob.a

José de San Martín, por Felipe Pigna